Tuesday, March 24, 2020

Romero’s Fortieth, online


[ Español ]



Today’s 40th anniversary of the martyrdom of St. Oscar Romero has been a subdued affair, given the state of affairs with the COVID-19 pandemic, which has put El Salvador under one of the strictest quarantines in the world (mostly preventative; there are relatively few cases). As a result of this situation, commemorations are largely private affairs, with masses and vigils that usually take to the streets going online this year. So too are private reflections, and I want to share my own with you.

My main reflection this year is a piece I wrote for Catholic News Service, in which I reflect on the passage of forty years and the biblical significance of that period of time. In the Bible, forty years represents a generational change, a time when people who may have been around originally have passed away, resulting in a change in the spirit, atmosphere or dynamics of a situation. Using this standard, we can look at the world in which St. Romero died, and our own world, and recognize many significant changes.

Few places are those changes more remarkable than in El Salvador. In a post on El Salvador Perspectives, I lay out the changes in El Salvador which accompanied Romero’s changing fortunes, as he went from a taboo subject to an ubiquitous presence that nonetheless seems “hidden in plain sight.” It was very special to write this piece because the blog’s author, Tim Muth, was an early and consistent supporter of my own blogs.

Writing for El Salvador under quarantine is as unique an angle as I have ever had to consider, but that angle was put in even more intense focus in a post I wrote for Where Peter Is, a new influential Catholic site of associated pro-Francis bloggers. In this post, I defended the Church’s decision to cancel public masses in favor of broadcasted or webcasted masses, using St. Oscar as a reference point, in particular certain aspects of martyrdom which are misunderstood by some hardliners.

Here, in my own blog, I posted Spanish-language pieces intended for a Salvadoran audience on the 40th anniversary of Romero’s last Sunday sermon (the so-called “Fire Sermon” in which he exclaimed, “Stop the repression!”) yesterday, and a piece today about commemorating Romero in an intimate, family setting (as opposed to in a large gathering, as had typically been the case). I also shared this paper cut-out of a Romero light for home use!

Finally, the Vatican also was ‘Johnny on the Spot’ this year, with Vatican News stories and a video, in English, Spanish and Italian, on Romero’s legacy on the 40th anniversary of his martyrdom. The Congregation for the Causes of Saints also disseminated its robust page on Romero, including materials from his beatification and canonization (so far, only in Italian).

I will update other sources, to include other notable reflections authored by others.

San Romero — Cuarenta & Cuarentena


[ English ]

Una ramita de romero en casa, y al santo en el corazón”. Con ese eslogan, el Cardenal Gregorio Rosa Chávez promovía hace un par de años una peregrinación al pueblo natal de San Óscar Romero, invitando al mismo tiempo a los fieles a sembrar la planta aromática que lleva su nombre en cada hogar. Sin saberlo, el purpurado estaba preparando la celebración del 40° aniversario del martirio de Romero que se marca hoy en El Salvador sin misas públicas, sin procesiones, sin conciertos—todas las actividades acostumbradas para un aniversario de Romero—a causa del Coronavirus. (El cardenal está, de hecho, guardando cuarentena por haber viajado afuera del país y haber estado obligado a hacerlo al volver.)
Para este magno aniversario, se les ha pedido a los salvadoreños conmemorar a Romero en casa: poniendo velas en las ventanas, aflorando un altar, subiendo una selfie con su homenaje. De hecho es “Romero en casa y el santo en el corazón”.
Ha de ser la celebración de Romero más intima que se ha tenido, y esto ofrece muchas posibilidades más que todo espirituales para los salvadoreños. En primer lugar, se trata del 40° aniversario, un plazo que tiene gran significado en la Biblia. En el Viejo Testamento, es un periodo generacional, que marca un cambio de épocas. Por ejemplo, Dios exilia los israelitas al desierto por ese tiempo, “hasta que fue acabada toda la generación de los que habían hecho mal ante los ojos del Señor” (Números 32, 13). La pandémica del COVID-19 tiene todas las marcas de un episodio apocalíptico, y la cuarentena en que se celebra este aniversario aproxima un exilio. También hace pensar de la Pascua judía, el Pésaj, cuando la muerte “saltó” las casas de los justos que pintaron sus puertas con la sangre de un cordero. Quizá los salvadoreños que pongan velas para recordar la sangre de Romero puedan esperar que esta plaga salte sus umbrales.
En segundo lugar, la intimidad de esta conmemoración hará de ella necesariamente una ocasión básicamente familiar. La beatificación de Romero en El Salvador reunió a un mar de fieles; su canonización en Roma también fue multitudinaria, como lo han sido las procesiones y grandes liturgias que siempre han marcado la fecha de su martirio. Han sido ocasiones internacionales en su alcance, y ciertamente nacionales: del pueblo. Esta vez no. Esto quedará en familia, y eso cambia radicalmente el carácter de los que se celebra. Puede ser de verdad “Romero en casa y el santo en el corazón”. Las posibilidades son grandes. Cabe que una abuela o abuelo hable por primera vez abiertamente con sus nietos sobre Romero, sobre la guerra, sobre aquellas cosas que jamás se han dicho: que fulano fue partidario de la derecha, que tu tío mengano fue de la guerrilla, y cosas de ese estilo. Esto puede ser así muy grande.
Finalmente, en tercer lugar, el ambiente sombrío de este aniversario tiene mucho en común con la época del asesinato de Mons. Romero. La generación que no había nacido cuando San Romero ofrendó su vida puede probar la amargura de estar escondidos, sin poder salir, en un ambiente de pavor, de muerte, bajo Estado de Sitio. Y tal como Romero ayudo a la generación anterior a vivir su hora negra señalando los acontecimientos en la Biblia y las enseñanzas de los antiguos profetas, ahora esta generación puede dejarse guiar del profeta que vivió en El Salvador antes de que ellos nacieran.
Romero en casa y el santo en el corazón”.

Monday, March 23, 2020

De los 40 años desde ‘El sermón del fuego’


[ English ]

Hace cuarenta años, Mons. Romero pronunció su inmortal homilía del Quinto Domingo de Cuaresma del ciclo litúrgico “C”. La llamo así porque seguramente Romero así ideó su sermón basado principalmente en la parábola de la adúltera que iba a ser apedreada, aunque el resto del mundo recuerda la homilía por su dramática frase culminante, “¡Cese la represión!” Esta breve reflexión sobre la última homilía dominical de Romero busca recordar su contexto teológico, repasar su impacto social y analizar la aplicabilidad del mensaje a nuestro momento.

Primero, vale recordar el marco de referencia que el mismo Romero dio a su homilía. Al presentarla, Romero trazó los puntos esenciales de su homilía, titulada “La Iglesia, un Servicio de Liberación Personal, Comunitaria, Trascendente”, así:

Estos tres calificativos marcan los tres pensamientos de la homilía de hoy: 
1º. La dignidad de la persona es lo primero que urge liberar. 
2º. Dios quiere salvar a todo el pueblo. 
3º. La trascendencia da a la liberación su verdadera y definitiva dimensión.
Es evidente que Romero quería desprender de la parábola de la adúltera la lección de que la ley no se puede aplicar arbitrariamente, sin tomar en cuenta la dignidad humana. Los que acusaban a la mujer estaban dispuestos a apedrearla sin más, a aplicar la ley sin la misericordia o cualquier otra consideración para evitar su muerte. En cambio, Jesús la defiende y acusa a los acusadores: ‘Aquel que esté sin pecado, que tire la primera piedra’. Para Romero, esto implica toda una serie de conclusiones que derivan del concepto “La ley para el hombre, no el hombre para la ley”. No se puede hacer caer sobre la dignidad de las personas ideologías—ya sean marxistas o capitalistas—o legalismos, ni mucho menos ordenes de seguridad nacional para reprimir el pueblo. Desde esa línea de pensamiento deriva directamente la famosa frase final: “En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡Cese la represión!

Esta frase ha tenido un impacto tremendo. Inmediato. Al siguiente día, Mons. Romero fue asesinado, se cree, basado en esta frase. He oído a expertos que dicen que al escuchar las palabras pronunciadas por Mons. Romero inmediatamente presumieron que sería asesinado—es más, algunos de los que lo aconsejaban al arzobispo le rogaron no pronunciar estas palabras ya que presentían el grave peligro que resultaría. La valentía de Romero en pronunciarlas es parte de la potencia de las palabras. “¡Nadie hará callar tu última homilía!”, declaro don Pedro Casaldáliga en su famoso poema. La frase ‘¡Cese la represión!’ ha sido reproducida en camisetas, stickers, y consignas y ha sido hasta transmitida a alto volumen hacia instalaciones militares estadounidenses. El activista John Dear ha calificado la homilía como la más grande interpelación por la justicia social en la historia de la Iglesia latinoamericana desde el sermón de Fray Antonio Montesinos en defensa de los indígenas en 1511.

Aquí una pequeña corrección: la frase ha sido históricamente interpretada como una invitación a la desobediencia, incluso en su momento, la dictadura salvadoreña dedujo que Romero estaba haciendo un llamado a la insubordinación de los soldados contra sus superiores, que podía provocar una sublevación formal. Esa interpretación se entiende, ya que Romero deja claro que los soldados deben desacatar ordenes inmorales: “Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla”. Sin embargo, el punto de referencia correcto NO sería la rebeldía sino que la obediencia: la obligación. El punto no es llamar a la gente a desobedecer a nadie, sino llamar a todos a OBEDECER A DIOS. Se trata de la primacía de la ley de Dios: “ante una orden de matar que dé un hombre, debe de prevalecer la Ley de Dios,” dice Romero (el énfasis es mío). Esto deja entrever que la lección tiene un aspecto positivo (obedecer la ley de Dios) y un aspecto negativo (desobedecer la ley del hombre cuando esta contradice la ley de Dios).

Esto nos trae a nuestro momento. Es interesante ver los paralelos: un sentido de crisis, una escala ascendiente en espiral de muerte. En el segmento de la vida nacional de la homilía, Romero hace un catálogo detallado de las muertes: 600 muertos identificados por Amnistía Internacional tras una exhumación de cadáveres, 140 muertos por un Estado de Sitio que vio varios enfrentamientos incluyendo un tiroteo contra la Universidad de El Salvador, 9 campesinos muertos en la población de San Bartolo Tecoluca, 25 campesinos muertos en San Pablo Tacachico, y varios otros casos que Romero informa que incluyen muertes y asesinatos en Arcatao, en Calera de Jutiapa, en El Jocote, en Mogotes Tacachico, y en la UCA. Una verdadera “pandémica”. Ante todos estos, Romero proclama que “la Pascua es grito de victoria, que nadie puede apagar aquella vida que Cristo resucitó y que ya la muerte, ni todos los signos de muerte … podrán vencer” (el énfasis es mío).

También vemos en los dos casos—el de entonces y el de hoy—un paralelo en el actuar del estado, la imposición de la ley, la intervención fuerte de un gobierno. Estado de Sitio. Las calles patrulladas. Las fuerzas del gobierno desplegadas por todo el territorio, imponiendo la voluntad estatal. Hasta algunos han sentido el instinto de la rebeldía: el querer desobedecer. Aquí es donde se tiene que analizar bien lo que dijo Romero: diferenciar la intención de la ley, de la orden que se enfrenta: ¿es orden para matar, o es orden para el bien común? ¿Es orden que ofende la dignidad de la persona, o es una ley que quiere salvaguardar el bienestar del pueblo?

Aquí repito a Romero:

Estos tres calificativos marcan los tres pensamientos de la homilía de hoy: 
1º. La dignidad de la persona es lo primero que urge liberar. 
2º. Dios quiere salvar a todo el pueblo. 
3º. La trascendencia da a la liberación su verdadera y definitiva dimensión.

Los principios aplican—porque son eternos y universales—pero hay que saber aplicarlos. Siempre desobedecer a algo implica obedecer a algo.

The Key to the Salvadoran Martyrology

  [ Español ] #Beatification #Canonization   “ Martyrs are perennially the best the Church has to o...