Friday, December 14, 2018

Romero para «Doctor»


Recibiendo Honoris Causa de Georgetown.

#SanÓscarRomero #Canonización  #Beatificación

San Óscar Arnulfo Romero supo reducir la alta mística del Doctor de la Iglesia San Juan de la Cruz (1542 – 1591) a un nivel comprensible para campesinos.
En una homilía el 13 de noviembre de 1977, Romero incorporó el simbolismo del “Cántico espiritual” del místico español para explicar el anhelo de la Iglesia de ser reunificada a su Señor. “Esta Iglesia, como la esposa que tiene lejos a su esposo, suspira por él”, dijo Romero. Sin citar capítulo y versículo, tomó prestado el emblema literario de una esposa que extraña a su esposo lejano que expresa San Juan en su “Cántico”. Otras veces, Romero citó una frase favorita del poeta y santo, “A la tarde de la vida te examinarán en el amor”. Romero presentaba a San Juan de la Cruz no como un erudito elevado, sino como alguien que nos habla del amor.
Ahora que San Romero ha sido propuesto para posible consideración como un futuro Doctor de la Iglesia, el ejemplo de San Juan de la Cruz nos ofrece tres puntos de partida para el camino que falta recorrer.
La primera consideración es sobre el mensaje de un Doctor de la Iglesia para nuestro tiempo. “El Doctorado es un honor inusual”, escribió John Howley en 1927, el año después de que el reconocimiento del místico español fue otorgado. “Es casi una nueva canonización, ya que es el reconocimiento de alguien que no solo ha edificado a la Iglesia por su vida y labor, sino que ha instruido a la Iglesia Universal”.
Howley propuso que el doctorado de San Juan completaba y complementaba otras instrucciones emitidas por la Iglesia.  Así como el doctorado de San Alfonso Liguori formó la contraparte de las condenas papales del rigorismo y el laxismo en la moral, el doctorado de San Juan de la Cruz completa las censuras papales del quietismo y el falso misticismo”, argumentaba Howley. “La Iglesia no solo condena el error, sino que también indica guías seguras”.
Más recientemente, el Papa Juan Pablo II explicó como la “Noche oscura” de San Juan nos ayuda a entender las oscuridades de la modernidad.  Nuestra época”, escribió el pontífice polaco, “ha vivido momentos dramáticos en los que el silencio o ausencia de Dios, la experiencia de calamidades y sufrimientos, como las guerras o el mismo holocausto de tantos seres inocentes, han hecho comprender mejor esta expresión, dándole además un carácter de experiencia colectiva, aplicada a la realidad misma de la vida y no sólo a una fase del camino espiritual”. (Carta Apostólica «Maestro en la fe», 14 de diciembre de 1990.)
Pero—¿podríamos decir algo similar para justificar el doctorado de San Romero?  El actual Arzobispo de San Salvador, Mons. José Luis Escobar Alas, comenzó a articular el argumento cuando pidió al Papa Francisco, durante una audiencia el día después de la canonización, “autorizar la apertura del debido proceso para que San Óscar Arnulfo Romero sea declarado Doctor de la Iglesia”.  Mons. Escobar sostuvo que “su valiosísimo magisterio y su testimonio de vida será un faro de luz que iluminará el mundo actual, que tristemente padece oscuridad; por una parte, falta de fe, y por otra, graves injusticias sociales que causan gravísimas violaciones de los derechos humanos y de la dignidad de las personas”.
Se podría argumentar”, dijo el P. Steven Payne en una presentación en la Universidad de Notre Dame, Indiana en marzo de este año, “que Óscar Romero es precisamente el nuevo tipo de ‘doctor’ que necesitamos con mayor urgencia en la actualidad, uno cuya ‘eminencia doctrinal’ surge de la solidaridad con los que no tienen voz; por lo tanto, reconocerlo de esta manera sería una ‘opción preferencial’ por la autoridad magisterial de los pobres y marginados”.
En este sentido, la apertura de un proceso de doctorado para Romero podría operar, al menos al principio, como una “medida cautelar”, para enfatizar la importancia de sus enseñanzas y asegurar que sus advertencias sean acatadas por toda la Iglesia y puestas en vigor.  Existe el peligro de que, siendo habido canonizado como un mártir, se resalte tanto su muerte martirial que se descuide el contenido de su mensaje profético.  La causa doctoral conserva y consagra ese mensaje, con la expectativa de que Romero reunirá eventualmente todos los elementos para la proclamación formal.
Por otro lado, un doctorado para Romero podría ser el “contra-punto” a las instrucciones emitidas por el Vaticano sobre la Teología de la Liberación, la censura del P. Jon Sobrino, y la pieza acompañante sobre la implementación del Concilio Vaticano II, el magisterio de CELAM en sus documentos de Medellín, Puebla, y Aparecida, y una pauta sobre el rol de los obispos según la Exhortación Apostólica «Pastores Gregis», entre otras.
Una segunda consideración que se desprende del caso de San Juan de la Cruz es como el proceso de reconocer a un nuevo Doctor de la Iglesia es un proyecto a largo plazo.  Para ilustrar, San Juan falleció en 1591.  Fue beatificado 84 años después, en 1675.  (En comparación, Mons. Romero fue beatificado 35 años después de su muerte.)  San Juan de la Cruz fue canonizado en 1726—51 años después de su beatificación.  (Mons. Romero fue canonizado 3 años después de su beatificación.)  Habiendo esperado 135 años desde su muerte a su canonización, San Juan de la Cruz tuvo que esperar 200 años más para ser declarado Doctor de la Iglesia.  ¡Según estos tiempos, no esperaríamos ver a un Romero doctor antes que el año 2315!  (Pero ojo: el argumento de “urgencia” podría acortar la espera.)
¿Por qué se requiere tanto tiempo para obtener esta declaración?  Rowley nos recuerda que el proceso exige “el cumplimiento de tres condiciones: santidad eminente, doctrina eminente y la solemne declaración del Romano Pontífice”.  La santidad de Romero está comprobada porque ya ha sido canonizado, pero se requiere un poquito más: santidad eminente; es decir, que resalte aún entre los otros santos.  Sin embargo, la verdadera demora consiste en comprobar el segundo requisito: doctrina eminente.  Como explica el P. Payne: sus enseñanzas “deben haber ejercido una influencia considerable en el pensamiento de la iglesia” durante un período de tiempo apreciable, y su doctrina debe tener tanto una relevancia pastoral contemporánea como un valor perenne.
El proceso se compara a la fotografía de larga exposición: no se trata de algo que se puede medir en un dado momento en la historia, sino que requiere como insumos, mediciones desde distintos tiempos.  Por ende, tenemos que conformarnos con que probablemente no veremos el resultado final del proceso, y como dice la famosa oración de Romero, en este caso, “seamos profetas de un futuro que no es nuestro”.
La tercera y última consideración que derivamos del caso de San Juan de la Cruz fluye de la anterior. Si bien estamos delante de un proyecto de largo plazo, ¿qué podríamos lograr hoy por hoy?  Pareciera aconsejable buscar, durante el actual pontificado, algún tipo de «Nihil Obstat», posiblemente de la Congregación para la Doctrina de la Fe—o tal vez la CDF en conjunto con la Congregación para las Causas de los Santos—declarando que hay vía libre para trabajar el caso de San Romero Doctor de la Iglesia.  Esto es porque nunca ha habido un mártir que ha sido declarado doctor, y varios estudiosos consideran que no se puede dar
Tal vez valdría la pena hasta elaborar una “Positio” sobre solo ese tema y tratar de resolver la cuestión previa durante el pontificado del Papa Francisco, que podría ser más favorable que otros futuros pontificados concebibles.  Ya sembrada la semilla, se puede volver sencillamente una profecía autocumplida; una cuestión de tiempo obtener la eventual proclamación. También el interrogatorio inicial podría ser planteado como un “dubium” firmado por algunos eminentes prelados o hasta el propio CELAM, pidiendo, con argumentos favorables incluidos, si San Romero puede ser propuesto para Doctor no obstante el hecho de ser un mártir.

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Una de las por menos cinco ocasiones en que San Óscar Romero citó a San Juan de la Cruz durante los tres años de su arzobispado fue en el funeral del P. Octavio Ortiz el 21 de enero de 1979, en que expuso:
la figura de este mundo pasa y sólo queda la alegría de haber usado este mundo para haber impulsado allí el reino de Dios. Pasarán por la figura del mundo todos los boatos, todos los triunfos, todos los capitalismos egoístas, todos los falsos éxitos de la vida. Todo eso pasa, lo que no pasa es el amor, el haber convertido en servicio de los demás el dinero, los haberes, el servicio de la profesión, el haber tenido la dicha de compartir y de sentir hermanos a todos los hombres. ¡En la tarde de la vida te juzgarán por el amor!

Sancti Ioannes a Cruce et Ansgarium Arnolfum Romero, orate pro nobis!
Publicado en el blog «Súper Martyrio» el 14 de diciembre del 2018, en la fiesta de San Juan de la Cruz.

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