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“Una ramita de romero en casa, y al
santo en el corazón”.
Con ese eslogan, el Cardenal Gregorio Rosa Chávez promovía hace un par de años
una peregrinación al pueblo natal de San Óscar Romero, invitando al mismo
tiempo a los fieles a sembrar la planta aromática que lleva su nombre en cada
hogar. Sin saberlo, el purpurado estaba preparando la celebración del 40°
aniversario del martirio de Romero que se marca hoy en El Salvador sin misas
públicas, sin procesiones, sin conciertos—todas las actividades acostumbradas
para un aniversario de Romero—a causa del Coronavirus. (El cardenal está, de
hecho, guardando cuarentena por haber viajado afuera del país y haber estado
obligado a hacerlo al volver.)
Para este magno aniversario, se les ha pedido a los salvadoreños conmemorar
a Romero en casa: poniendo velas en las ventanas, aflorando un altar, subiendo
una selfie con su homenaje. De hecho es “Romero en casa y el santo en el corazón”.
Ha de ser la celebración de Romero más intima que se ha tenido, y esto
ofrece muchas posibilidades más que todo espirituales para los salvadoreños. En
primer lugar, se trata del 40° aniversario, un plazo que tiene gran significado
en la Biblia. En el Viejo Testamento, es un periodo generacional, que marca un
cambio de épocas. Por ejemplo, Dios exilia los israelitas al desierto por ese tiempo,
“hasta que fue acabada toda la generación de los que habían hecho mal ante los
ojos del Señor” (Números 32, 13). La pandémica del COVID-19 tiene todas las marcas
de un episodio apocalíptico, y la cuarentena en que se celebra este aniversario
aproxima un exilio. También hace pensar de la Pascua judía, el Pésaj, cuando la
muerte “saltó” las casas de los justos que pintaron sus puertas con la sangre
de un cordero. Quizá los salvadoreños que pongan velas para recordar la sangre
de Romero puedan esperar que esta plaga salte sus umbrales.
En segundo lugar, la intimidad de esta conmemoración hará de ella
necesariamente una ocasión básicamente familiar. La beatificación de Romero en
El Salvador reunió a un mar de fieles; su canonización en Roma también fue
multitudinaria, como lo han sido las procesiones y grandes liturgias que
siempre han marcado la fecha de su martirio. Han sido ocasiones internacionales
en su alcance, y ciertamente nacionales: del pueblo. Esta vez no. Esto quedará
en familia, y eso cambia radicalmente el carácter de los que se celebra. Puede ser
de verdad “Romero en casa y el santo en el corazón”. Las posibilidades
son grandes. Cabe que una abuela o abuelo hable por primera vez abiertamente
con sus nietos sobre Romero, sobre la guerra, sobre aquellas cosas que jamás se
han dicho: que fulano fue partidario de la derecha, que tu tío mengano fue de
la guerrilla, y cosas de ese estilo. Esto puede ser así muy grande.
Finalmente, en tercer lugar, el ambiente sombrío de este aniversario
tiene mucho en común con la época del asesinato de Mons. Romero. La generación que
no había nacido cuando San Romero ofrendó su vida puede probar la amargura de
estar escondidos, sin poder salir, en un ambiente de pavor, de muerte, bajo
Estado de Sitio. Y tal como Romero ayudo a la generación anterior a vivir su
hora negra señalando los acontecimientos en la Biblia y las enseñanzas de los
antiguos profetas, ahora esta generación puede dejarse guiar del profeta que
vivió en El Salvador antes de que ellos nacieran.
“Romero en casa y el santo en el corazón”.
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